Gusto

En Italia, comer y beber son un ritual sagrado al que nadie puede renunciar. Se trata de una profunda historia de amor que sólo conoce momentos de apasionada satisfacción.

Se sabe, la espera alimenta el deseo. Y los italianos son maestros en este placentero arte: cuando están en la mesa, hablan de comida y, cuando comen, siguen hablando de comida.

EXCELENCIAS ENOGASTRONÓMICAS


Para aquellos deseos de aprender el idioma del Dante, el primer paso es ir más al restaurante más cercano y ordenar del menú las excelencias enogastronómicas de Italia. Una vez aprendidas las frases básicas, será posible hacer las maletas y partir hacia el “Bel Paese”.

El mundo habla italiano en la mesa. Son numerosos los productos con nombres intraducibles en los otros idiomas. ¿Un ejemplo? Las numerosas formas de pasta, desde los Ziti a los Penne, pasando por los Farfalle a los Fusilli. Palabras tales como pizza, bufala, gorgonzola, aceto balsamico, prosciutto di Parma están en boca de todos, incluso de los gourmets que mastican poco el italiano.

La especialidad italiana más requerida sigue siendo el plato de maccheroni con queso. He aquí porque el Parmigiano Reggiano continua siendo uno de los alimentos más populares del Made in Italy. Pero atención: este producto es víctima de numerosas imitaciones. En las etiquetas figuran nombres como “Parmesan”, “Parmesao” o “Reggianito”. Conocer el italiano será el único modo de salvar la cena.

Las palabras, sin embargo, son cosas que no llenan la panza. Para saciar el propio apetito, cosquilleando el paladar con gustos únicos, se recomienda probar el mayor número posible de excelencias enogastronómicas de la bota. De Norte a sur Italia ofrece alimentos de calidad y de sabores inconfundibles. Entre los productos con Denominación de Origen Protegida (DOP), la mozzarella campana, el caciocavallo silano, el higo blanco del Cilento, la cebolleta nocerina, los tomates de San Marzano. Entre los vinos el Aglianico del Taburno, el Taurasi, el Greco di Tufo.

¡Comer, beber y repetir en voz alta los nombres de las comidas que vuelven grande a Italia: aprender un nuevo idioma nunca ha sido tan sabroso!

food-and-wine

COCINA TÍPICA Y REPOSTERÍA


El país de “La Dolce Vita” tiene una cocina digna de un Oscar. Muchas películas cuentan una Italia de grandes banquetes, de un sinfín de manjares variados, de una mesa abundante, rica y refinada. Y estas películas no exageran en retratar uno de los hábitos más comunes del “Bel Paese”: nos reunimos alrededor de la mesa, nos conocemos, nos encontramos y sobre todo comemos. En los días de fiesta las ancianas matronas de las familias italianas preparan los más exquisitos manjares, para echar la melancolía de los tiempos en que, a causa de la guerra, faltaba todo.

Entrada, plato principal, guarniciones y fruta. A la base de las recetas Made in Italy se encuentran los alimentos típicos de la dieta mediterráneo, como pasta, legumbres, pescado, carnes blancas, hortalizas y verduras de estación. Para coronar cada comida una selección de exquisiteces de la repostería, desde el babà al cannolo, pasando por la cassata siciliana, la sbrisolona, la crostata de fruta o pastelera.

En los “Spaghetti Western” los actores consumen sartenes y sartenes de judías, un plato sencillo que en Nápoles se come con pasta y mejillones. En “Miseria e Nobiltà” Totò se llena los bolsillos de la chaqueta con espaguetis. Siempre la pasta es protagonista de una escena memorable: en “Un americano a Roma” Alberto Sordi no resiste las provocaciones de un suculento plato de macarrones. Las lasañas, láminas de pasta al huevo, colocadas en capas y rellenas con salsa a la boloñesa, queso mozzarella y carne picada, son el plato favorito del gato Garfield. En “Mangia, prega, ama” Julia Roberts engorda con gusto, degustando todas las especialidades italianas, desde los linguine con almejas hasta los espaguetis a la carbonara, pasando por la carne con salsa hasta el helado. En “La Grande Bellezza”, la película que ganó el premio Oscar en el 2014, no sólo se ven entremeses y cócteles en la terraza, sino también un delicado conejo a la ligure.

¡En Italia, los reflectores sobre las especialidades de la cocina y de la repostería no se apagan nunca!

WINE


El modo mejor para conocer Italia es beberla en un vaso de vino. Esto porque cada copa encierra gotas de historia secular. Disfrutando de esta antigua bebida, permanece en los labios la historia de remotas conquistas, primero con los griegos que han importado la uva en el “Bel Paese”, luego con los romanos que también la han cultivado más allá de los Alpes. El retrogusto que persiste en la boca es aquel del “saber hacer bien”, lema de las muchas familias que han consagrado su propia vida al culto de la viña, desde Barolo pasando por el Chianti hasta Salento y Pantelleria. Deliciosos al olfato sus aromas recuerdan los huertos y las flores de la campiña italiana. Un solo sorbo encierra toda la historia de un pueblo que ama la tierra y respeta los tiempos.

Los racimos de uva madura son recogidos, en las bodegas el mosto fermenta, en las cubas de madera el vino envejece y duerme sueños tranquilos. La paciencia y la sabiduría dan vida a los preciosos Bardolino, Brunello, Falanghina, Primitivo de Manduria, Negramaro y muchos otros.

Italia es uno de los mayores productores de vino del mundo. El sabor de una tierra única, dividida entre mar y montaña, acompaña el brindis de millones de personas.

Para describir el vino italiano no bastan adjetivos como afrutado, con cuerpo, intenso, con una nota de fondo armonioso. Aún hoy repetimos los dichos antiguos, desde el latín “in vino veritas” al “buen vino hace buena sangre”, recordando los proverbios “el vino hace bailar a los viejos” y “buen vino, mesa larga.” Beber vino es un placer, pero beberlo en compañía es mejor. Junto a los demás nacen canciones, bailes e historias dignas de ser contadas. Y tarantelas, serenatas y odas a las mujeres hermosas.

¡La inspiración nunca falta en quienes tienen la sabiduría de ver siempre el vaso medio lleno!

STREET FOOD


Para no perderse en una nueva ciudad muchos trazan un mapa, tomando como puntos de referencia edificios, monumentos e iglesias. Existen aquellos que en cambio persiguen una experiencia sensorial a través del olfato y del gusto. La intuición de estos amantes de la comida se dirigirá hacia las fondas, restaurantes y sobre todo hacia los diferentes quioscos donde se vende la famosa comida italiana de calle.

Comer por la calle es el modo mejor para degustar el verdadero sabor de las antiguas recetas italianas. Los platos de la tradición, elaborados con ingredientes simples, son capaces de viciar incluso a los paladares más finos.

A los italianos basta sólo un poco de harina y levadura para preparar pizzas, piadine, grespelle, gofri, cannoli y crescentine. La comida de calle de la bota no gusta sólo porque es práctica, rápida y económica, gusta sobre todo porque con alimentos de descarte logran elaborar manjares de sabor delicioso.

Para orientarse entre los callejones de los mayores centros del “Bel Paese”, es mejor dejarse guiar por el aroma de sabrosas parrilladas y frituras.

En Sicilia los amantes de la buena comida apuntarán hacia los puestos de “stigghiole”, pinchos de entrañas de becerro o cordero y hacia las friggitorie dónde se vende “Pani câ meusa” es un pan cubierto con semillas de sésamo y relleno de bazo, pulmones y hígado de becerro hervidos y repasados en el tocino. Los arancini rellenos con ragú, guisantes y caciocavallo o en la variante al negro de sepia, serán un óptimo aperitivo al mediodía.

En Nápoles, reino indiscutible de los productos fermentados, se partirá desde Piazza Plebiscito para llegar a Via dei Tribunali, dónde será posible degustar la “pizza frita”, el “calzone relleno” y el “panino napolitano.” Entre otras especialidades también el “cuoppo” con croquetas de patatas, mozzarella en carroza, pasta crecida con algas o flores de calabaza y los timbales de pasta.

En la ciudad eterna se seguirá la calle del “bacalao frito” y del “callo”, en Florencia aquella del “lampredotto” y en el L’Áquila aquella de los “arrosticini”, un pincho de carne de oveja.

¡Os debéis olvidar de las largas filas delante de los museos, os debéis meter en fila para degustar la comida de calle Made in Italy!

ITINERARIOS ENOGASTRONÓMICOS


Los exploradores del gusto saben que para saborear los mejores productos de la enogastronomía italiana, justo allí donde han sido creados, hace falta alejarse de la ciudad y partir hacia la aventura. Para desencovar las bodegas más sugestivas y visitar aldeas inmersas en un cuento de hadas, es necesario tener el coraje de inspeccionar sendas insólitas. Sólo así, paseando entre viñedos será posible por ejemplo tocar con mano los racimos de uva madura o en los huertos los tomates redondos o peritas o en las plantaciones de cítricos los limones y naranjas. Existe solo un imperativo a seguir: degustar directamente en la bodega los vinos añejos, en la granja los fiambres y en el mar el pescado fresco, como los erizos de mar.

En Toscana se podrá pedalear a lo largo de maravillosos senderos a la sombra de los cipreses, entre las colinas del Chianti y Val d’Orcia. El Brunello di Montalcino, uno de los vinos rojos italianos por excelencia, no será la única joya preciada por degustar. Los amantes de la buena cocina no renunciarán al queso de oveja de Pienza o al salame de jabalí.

La Puglia, pueblo de tradiciones campesinas es sinónimo de aceite, queso y friselle (tipo de pan crujiente de trigo duro cocido dos veces en el horno). La degustación de tales exquisiteces será acompañada por una visita a los antiguos molinos.

En la región Campania, a lo largo de toda la Península Sorrentina, los amantes de la buena comida se dejarán conquistar por el fragante Limoncello. En el interior de la región campana, la anfitriona de casa es la castaña de Montella IGP.

Desplazándose desde Langhe al Canavese, se irá en busca de avellanas y trufas blancas En Lombardia y en Emilia Romagna será obligatorio pasear por las viñas donde nace el Lambrusco, uno de los vinos más vendidos en Italia. En la región de Veneto los buenos entendedores explorarán las más célebres zonas vitivinícolas desde Valpolicella a Custoza.

¡En Italia cada viaje hacia el descubrimiento de los sabores es una aventura a la que no se puede renunciar!