Aquellos que llegan a las costas de las islas italianas quedarán maravillados por la arena blanca de sus playas y por las bahías enmarcadas por farallones verdes.
Escalar las paredes rocosas de las Dolomitas, esquiar en Courmayeur, recorrer el “sendero de las hadas” en el Monte Vettore son solos algunas de las experiencias por vivir al menos una vez en la vida en las montañas italianas.
Los turistas podrán alojarse en espléndidas estructuras ubicadas directamente sobre el mar o no muy lejos de los establecimientos balnearios más bellos.
El Lago de Garda enmarcado por olivares, viñedos y plantaciones de cítricos, el Lago de Como con sus espectaculares escenarios y Lago Maggiore entre Suiza e Italia regalan paisajes de postal que sabrán hipnotizar a los viajeros.
Para llenarse los ojos de belleza sólo hay que visitar una de las muchas ciudades italianas. La contemplación de estatuas, cuadros, frescos, iglesias y edificios es una experiencia que suscita emociones inolvidables.
Suaves colinas, hileras de cipreses, senderos escondidos y calles de tierra dibujan el paisaje de la campiña italiana.
La riqueza de Italia no se encuentra sólo en los museos, sino también en sus aldeas. En estos lugares será posible respirar una atmósfera mágica, fuera del tiempo.
Edificios, iglesias y monumentos no son sólo atracciones turísticas, sino reales símbolos de un lugar. Algunas de las mayores bellezas arquitectónicas de Italia se han forjado en el seno del imaginario colectivo hasta convertirse en el emblema de la ciudad en la que se encuentran.